Vivimos inmersos en la vorágine de una rutina que corre constantemente contra el tiempo, una rutina que ha instalado en nuestra mente un sistema de recompensas inmediatas que nos lleva a perder de vista nuestra salud y nuestro bienestar, y nos impulsa a depositar toda nuestra energía y atención para alcanzar los resultados deseados lo antes posible. El tiempo se precipita entre nuestras manos de manera constante, y la enorme presión y deseo por producir nos lleva a perder de vista la importancia de los hábitos para nuestra salud y nuestro bienestar, y su enorme impacto en nuestro rendimiento.
En las últimas décadas, el deporte de élite ha allanado el camino para que los atletas, a través de la incorporación de hábitos de alto rendimiento, logren maximizar su talento instalado y potenciar su rendimiento de manera saludable, rompiendo todo tipo de récords.
El deporte de élite es un claro ejemplo de un caso de éxito que hoy nos lleva a repensar nuestros hábitos y trabajar para mejorar nuestras conductas para evolucionar hacia nuestra mejor versión, poniendo al bienestar en el centro de nuestras vidas para empoderarnos, alcanzar y sostener en el tiempo el alto rendimiento en la rutina laboral, y vivir cada día en plenitud. Somos nuestros hábitos: ¡Confiemos en ellos!
En el deporte de alto rendimiento, la toma de decisiones de los atletas durante el juego por lo general ocurre de manera espontánea, sin necesidad de recurrir a un análisis y procesamiento detallado de cada una de las acciones que realizan en un partido. Imaginemos cuanto más complejo sería el deporte si cada una de las contingencias que emergen durante el juego tuvieran que ser premeditadas por los atletas antes de ser implementadas.
El deporte es una especie de laboratorio para el estudio de la conducta humana. Los atletas de alto rendimiento entrenan 24/7 de manera sistemática para crear soluciones automatizadas a partir de la propia experiencia, de la práctica deliberada.
A lo largo de su carrera profesional, un atleta acumula miles de horas de práctica por año, a partir de las cuales su cerebro construye atajos mentales para resolver automáticamente situaciones que son recurrentes en el juego. Cuantas más horas acumula, más sofisticados se vuelven sus atajos mentales fundados en la experiencia, lo cual le permite resolver situaciones con mayor precisión y rapidez, maximizando su performance.
El deporte nos enseña que la mayoría de nuestros comportamientos y conductas están controlados por la orquesta de secuencias motoras que realizamos cotidianamente desde que nacemos, esas conductas automatizadas que nos definen y determinan nuestra existencia, es decir, nuestros hábitos. Somos el resultado de aquello que hacemos repetidamente, son nuestros hábitos los que nos definen.
Estudios científicos han comprobado que entre el 40% y el 60% de nuestro tiempo funcionamos en modo predeterminado. Particularmente, cuando hablamos de hábitos de alto rendimiento saludable, nos referimos a aquellas conductas que contribuyen a potenciar nuestro rendimiento de manera saludable, abonando a que logremos alcanzar y sostener en el tiempo el bienestar general.
Los hábitos de alto rendimiento saludable pueden clasificarse en tres grandes grupos: (1) hábitos de baja resistencia, (2) hábitos de alta resistencia y (3) hábitos exponenciales.
Los hábitos de baja resistencia son conductas amigables relativamente sencillas cuya implementación no requiere de un alto esfuerzo deliberado. Dentro de este campo entran los hábitos de respiración, hidratación y sueño, conductas simples que impactan directamente en nuestro rendimiento y pueden marcar una gran diferencia en nuestra salud y nuestro bienestar.
En tanto, los hábitos de alta resistencia son aquellos que requieren de una mayor fuerza motivacional para ser llevados a la acción e impactar positivamente en nuestra salud y nuestro rendimiento, entre los que se destacan las prácticas de meditación, la alimentación saludable y el bienestar digital.
Finalmente, los hábitos exponenciales son aquellas conductas que nos nutren y nos inspiran a ser un poco mejor cada día, y nos impulsan a expandir nuestras fronteras y emprender nuevos desafíos para encontrarnos con nuestra mejor versión. Dentro de este grupo se encuentran los hábitos vinculados a la actividad física y el movimiento corporal. Cualquier rutina de movimiento constituye un hábito exponencial y merece ocupar un lugar central en nuestras vidas.
Tal como expresa la Dra. Bárbara Tversky en su libro Mind in Motion: How Action Shapes Thought, el movimiento precede al lenguaje, y sin lugar a dudas es una de las actividades más transformadoras que podemos hacer para mejorar nuestra salud y nuestro rendimiento.
Por Pepe Sanchez
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